En cualquier actividad empresarial pueden surgir riesgos de todo tipo: fiscales, relacionados con el mercado o la situación macroeconómica de una región o mundial, problemas de liquidez, siniestros inesperados como incendios o inundaciones o, los cada vez más frecuentes, ciberataques a manos de hackers.
Dado que esos riesgos potenciales pueden afectar a cualquier organización, lo que realmente puede marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso empresarial es cómo gestionar esos peligros. No es posible evitar completamente los riesgos, pero sí poner todas las medidas para reducir las posibilidades de que el peligro potencial se convierta en real y, en caso de que la incidencia al final se produzca, minimizar sus consecuencias. En el contexto empresarial y económico actual, muy cambiante y competitivo, los errores se pagan muy claro, por lo que debemos estar cubiertos ante cualquier circunstancias adversas.
Evaluación de riesgos: una etapa clave en su gestión
La gestión de riesgos es un proceso completo que puede dividirse en 5 etapas o fases: identificación, evaluación de riesgos, tratamiento, comunicación y monitorización. Se trata de un proceso lineal que comienza con una identificación previa de los riesgos, prosigue con una evaluación y análisis de cada uno de ellos para, posteriormente, proceder a su tratamiento o puesta en marcha de las medidas oportunas. La siguiente fase consiste en comunicar eficazmente los riesgos detectados y medidas tomadas para su control. El proceso finaliza con la comprobación sistemática y periódica de que las medidas que se están tomando son las adecuadas, lo que incluye también la realización de reevaluaciones con regularidad con el fin de detectar nuevos peligros o incertidumbres que puedan afectar a la empresa.
A continuación, vamos a desarrollar en qué consiste y cómo se realiza la segunda etapa del proceso de gestión: la evaluación de riesgos.
Objetivo de la evaluación de riesgos
La evaluación de riesgos se realiza una vez estos han sido identificados, con el fin de analizar cada uno de ellos por separado y poder determinar los aspectos clave para su prevención y tratamiento:
Determinar la posibilidad de que ocurran.
Valorar el impacto puede tener cada riesgo sobre la organización: pérdidas económicas, deterioro de la imagen de marca, reducción de la cuota de mercado, etc.
Como se realiza una evaluación de riesgos en la gestión empresarial: sus distintas etapas
La evaluación es una de las etapas más complejas e importantes de la gestión de riesgos de las empresas. Implica el diseño de una estrategia donde se establecen protocolos y procedimientos internos sobre cómo actuar para prevenir y, en su caso, solucionar o reducir los efectos de las incidencias.
El proceso completo de evaluación de riesgos se divide en las siguientes etapas:
Clasificación y organización de los posibles riesgos detectados de una manera estructurada. Existen muchas categorías de riesgos y la mayoría de ellas pueden subdividirse en subcategorías más pequeñas. Por ejemplo, podemos distinguir entre riesgos fortuitos, riesgos estratégicos, riesgos tecnológicos o riesgos financieros, entre otras categorías. Por otro lado, dentro de los riesgos financieros, encontraríamos subtipos como: riesgos de liquidez, riesgo de mercado o riesgo operacional.
Una vez tenemos los riesgos clasificados debemos analizar cada uno de ellos. El objetivo es determinar los posibles efectos que pueden tener sobre la organización y valorar las mejores medidas o respuestas de la empresa para evitar que ocurran, o bien reducir sus consecuencias.
La tercera etapa consiste en la redacción de protocolos, procedimientos internos y asignación de responsabilidades. La idea es implementar las medidas de control de riesgos seleccionadas de la mejor forma y con la máxima eficacia.
A la hora de establecer estrategias de gestión de riesgos, es importante entender que una parte de ellas están relacionados con decisiones de la propia empresa, ya sean organizativas, operacionales, a nivel de inversiones, etc. Pero también existen circunstancias difíciles de prever, que tienen que ver con el entorno (oscilaciones del mercado, decisiones políticas, cambios sociales…) e incluso con catástrofes naturales totalmente aleatorias, como un terremoto.
Pero hasta las circunstancias más imprevisibles pueden, en cierta forma, controlarse de alguna manera, por ejemplo asegurando una indemnización adecuada mediante la contratación de un buen seguro.
En cualquier caso, la gestión de riesgos es la clave y el mejor mecanismo con el que cuentan las empresas para controlar, evitar o amortiguar todo aquello que puede afectar a la productividad y rentabilidad de una organización.