El sector de la alimentación y bebidas es uno de los principales motores industria­ les de España. Con 30.342 millones de euros, representaba el 2,6% del PIB nacional, alcanzando además una producción de I 19.224 millones de euros en 2019, según datos de la Federación Española de Industrias de Alimentación y Bebidas (FIAB).

El Coronavirus implicó una parada tras seis años de crecimiento

Sin embargo, la Covid-19 implicó una parada en un ciclo de seis años de continuo crecimiento. Aun así, los datos lo sitúan como el sector industrial que mejor ha soportado el envite de la pandemia, con una caída menor a la de la industria manufacturera y el conjunto de la economía. A consecuencia de las medidas de contención frente a la expansión del coronavirus, la producción real del sector ha sumado 129.854 millones de euros, un descenso del 5,3% con respecto a los resultados del ejercicio 2019.

Unos datos que, a primera vista, no reflejan el importante papel que ha jugado en la sociedad desde el estallido de la pandemia. El sector intensificó su actividad para poder abastecer a la población a pesar de la incertidumbre generada, especialmente en los primeros meses. El buen hacer durante esta crisis de todo el conjunto de la industria alimentaria ha catapultado su buena reputación, aunque bien es sabido que la confianza lograda a lo largo del tiempo puede desvanecerse en milésimas de segundo. Desafortunadamente, casos de intoxicación alimentaria, retirada de lotes contaminados o productos que no cumplían con los requisitos de seguridad pertinentes han sido en numerosas ocasiones noticia en los medios de comunicación.

Cualquier tipo de imprevisto puede ocasionar un grave perjuicio a la compañía a causa de su estrecho vínculo con la seguridad de los consumidores. Proteger la salud pública y evitar daños a terceros son los principales objetivos de un sensible sector que siempre estará rigurosamente controlado.

Primer paso: la prevención de las propias empresas

Pero para poder proteger a los consumidores y dar respuesta ágilmente ante cualquier situación, las compañías de alimentación y bebidas primero deben pre­venirse y protegerse correctamente a sí mismas.

A los posibles riesgos que pueden suceder en la mayoría de los sectores, la industria alimentaria debe sumar incidentes relacionados con la salud pública, la responsabilidad medioambiental, reclamaciones de terceros e incluso la retirada de productos, entre otros. Este hecho provoca unas necesidades aseguradoras muy específicas y, con frecuencia, las empresas se encuentran en la difícil tesitura de no encontrar una solución que se adapte a sus requisitos.

Soluciones adecuadas para los distintos escenarios

Por ello, el sector asegurador está poniendo el foco en trabajar soluciones adecuadas para cubrir los diferentes escenarios. Gracias a la experiencia y conocimiento de las problemáticas, ya se puede dar una cobertura adaptada a las distintas casuísticas, incluso a la retirada del producto. En la mayoría de los casos, cuando se produce esta situación, las empresas sólo tienen garantizados los daños a terceros en pólizas tradicionales de responsabilidad civil, añadiendo en algunos casos la retirada de producto. Esta garantía incluye básicamente gastos logísticos o transportes, pero no se cuantifica todo el esfuerzo y tiempo invertido en el proceso de elaboración del propio producto (gastos de materia prima o personal).

Contar con una solución aseguradora que cubra los daños, así como los imprevistos económicos derivados de un defecto o fallo en un producto, desde las reclamaciones de terceros hasta el valor del mismo producto afectado, puede constituir un gran alivio para las compañías.

Una solución poco usual en el mercado, pero que puede suponer la nueva revolución aseguradora de la industria alimentaria con la que poner fin a uno de sus principales retos: proteger tanto a clientes, su producto, así como su reputación y posicionamiento de marca.

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